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Felipe Orozco.

Historia Global

Uno a uno, poco a poco, fueron llegando todos a la dirección que estaba cifrada en el mensaje.

El lugar lucía tétrico debido al sector en que estaba ubicado, pero no había nada que dañara y apagara la emoción de todos por saber qué era lo que estaba pasando… o iba a pasar a continuación.

Luego de que todos habían llegado, a las 9 en punto de la noche se encendió la luz que conducía hacia un pasillo. La luz era ultravioleta, lo que dejaba ver mensajes escritos que antes pasaban desapercibidos en el suelo y en las paredes. Haciendo caso uno a uno fue atravesando el pasillo hasta llegar a una habitación donde sólo había una mesa. Todos se acomodaron alrededor y se sentaron a esperar. De repente, como caída del cielo milagrosamente, del techo cayó una caja. El sonido fue extraño; era algo pesado. Todos concordaron en abrir el paquete. Dentro había una nota y mucho papel periódico recortado, como si algo estuviera camuflado. La mujer cogió la nota y leyó para todos: “En el fondo está el fin y el re inicio de todo lo que algún día soñaron, pero sólo uno tendrá la oportunidad de vivir para contarlo y disfrutarlo. Buena suerte”. Vaciaron la caja y al fondo había un revólver Smith Wesson. Lucía pequeño pero se notaba que era real. Tenía 3 balas en el tambor. ¡Todo perfectamente planeado!; parecía algo sacado de una macabra película de ficción. Intentaron vaciar el arma pero estaba atascada. Todos entraron en pánico aunque al principio pensaban que se trataba de una broma pesada; el tiempo pasó y tuvieron que empezar a actuar y buscar soluciones para todos poder salir de allí… o decidir quiénes morir y uno vivir.


Pasaban las horas y el drogadicto empezaba a verse un poco ansioso y tenso. Caminaba de lado a lado, se rascaba la cabeza; estaba impaciente. Parece que necesitaba su dosis. Luego de un momento, instintivamente cogió la pistola y apretó el gatillo. Se voló los sesos. Un sacrificio honorable de alguien que tarde o temprano iba a desfallecer y a morir en el intento de vivir, sea adentro o afuera.

Todos estaban atónitos y no procesaban la magnitud del problema que estaba pasando en aquel momento. La chica fue la segunda en decaer. Al sentirse en un callejón sin salida, la tristeza se encargó de destruirla mentalmente hasta que tomó la misma fatal decisión de su compañero.

Ahora sólo quedaban el matemático y el endeudado; grandes amigos pero que tristemente debían despedirse. Hablaron durante varias horas sobre la vida, la muerte y lo cómico de pensar todo eso en el momento que estaban viviendo. Llegan a un acuerdo teniendo en cuenta todos los años de amistad que tenían: a las 12 de la noche en punto, tirarían una moneda a la suerte y sería ella quien decidiera la suerte por ellos. Llegado el momento, el matemático sacó la moneda de su bolsillo y escogió sello, tocándole el lado de la cara al endeudado. La lanzó perfectamente dando vueltas por el aire y luego la dejó caer al piso. Paradójicamente, era su momento de partir y resignado con lo que había acabado de pasar, se despidió de su amigo y, como los demás, apretó el gatillo.

El joven endeudado corre hacia el cadáver de su fallecido amigo y lo tiene entre sus piernas mientras llora inconsolablemente. Sorpresivamente de una compuerta sale un hombre dando indicaciones de que el juego ha acabado y le da vía libre para huír del lugar.


Todo ha acabado y una vida nueva ha comenzado, o al menos eso parece.

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