Algunos me ven como el chico raro, como el que siempre está callado, ensimismado, aquel pensativo y con la mirada en la nada, desviada… perdida, como si estuviera planeando algo muy macabro o imaginando algo completamente tonto, ¿quién sabe? Pero no es así. En realidad, me la paso haciendo cálculos de cuanta cosa se me ocurra. En serio. Por lo general siempre tengo premeditado el tiempo que me tomará realizar x ó y cosa: desplazarme de un lugar a otro, fumarme un cigarrillo, hacer trabajos, estudiar, comer, cagar, entre otros factores, ya que de eso depende las decisiones que debo tomar a medida que se va desarrollando el día para que todo se pueda llevar a cabo de la mejor manera posible y todo salga como lo pienso y planeo.
Mi día suele comenzar por lo general a eso de las 5 am si tengo clase de 7, como hoy. Siempre me levanto 2 horas antes dependiendo de la hora en que comienza la clase. El tiempo lo tengo perfectamente calculado: de 5 a 5:15 me ducho; de 5:15 a 5:20 me pongo la ropa interior y preparo un café instantáneo; luego, a eso de las 5:20 pasaditas me siento en el computador a leer algunas noticias y a seguir con mi curso online de programación básica de Java Script y C++; alrededor de las 6:05 me termino de vestir, me cepillo y a las 6:10 salgo para la universidad, demorándome, cuando el tráfico está relativamente normal, unos 40 minutos, lo que me da como resultado 10 minutos libres para llegar a clase y estar puntual, justo como más me gusta.
Llego a la sala de sistemas y me siento frente al mismo jodido y lento computador que me ha acompañado durante este semestre compilando código y que, seguramente por su aspecto, casi que desde la fundación de la universidad a bastantes más estudiantes.
La clase casi está por comenzar, los compañeros van llegando y la sala de computación poco a poco se va llenando. Acto seguido llega una persona informando que la clase de ese día ha tenido que ser cancelada por unas fallas que están ocurriendo en el sistema de seguridad tecnológico de la universidad. Todos comienzan a salir esporádicamente y el salón queda casi que vacío a los 15 minutos del aviso, exceptuando 4 compañeros más y a mi. Parece que todos en esta sala tenemos cosas pendientes por hacer y que debemos resolver… supongo.
Extrañamente, al unísono todos los celulares de los que estábamos allí, notificaron que un mensaje nuevo había llegado. Saqué mi celular, eran las 7:22 y leí: “La vida y tus problemas son un desafío difícil que debes afrontar cada día. Es una especie de juego de azar; puede ser una tragedia para los que sienten y/o una comedia para los que piensan. En tus manos -o en tu cabeza- está la salida de todo esto. Recuerda que todo es un negocio y nunca se obtiene una ganancia que no vaya acompañada de una pérdida o sacrificio. Tú decides.
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Quedé atónito, me voló la cabeza. De hipso facto bloquee mi teléfono y me retiré del salón. Cuando llegué a mi casa esa misma mañana, releí el mensaje y noté que en el último renglón había escrito una especie de código con números y letras intercalados. Supe que algo había allí oculto, algo por descifrar, algo que buscar, alguna pista que yo debía tratar de encontrar… o tal vez no.
Elige una de las dos opciones que se muestran aquí abajo para continuar con la historia y desarrollarla a tu gusto:
- Opción 2: Ignorar el código y el mensaje como tal, y seguir con mi vida como si nada hubiera pasado.
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